martes, 26 de enero de 2010

Sobre lo que fue, es y será la Educación Pública. (Parte I)

Para comprender el porque de la educación pública, hay que bien ahondarse en la primordialidad de sus funciones. Para ello también hay que definir su función histórica y la matriz que atraviesa a la misma desde sus albores hasta hoy en día. Siendo Weber el principio ordenador de la modernidad; el espríritu racional que el susodicho esgrime, se erige a partir de un mundo cuyas leyes son comprendidas como una totalidad, dentro de un sistema coherente y unitario: las ideas se agrupan en sistemas, se forman en conglomerados, y, de súbito, nos encontramos con que se corresponden armoniosamente con cada grupo humano en el que se aplican.
Estas entidades, coherentes al interior y compactas al exterior, en los hechos se presentan como un continuum que otorga, por ejemplo, a la ciencia un lenguaje único para explicar las cosas (pretensiones de la ciencia).

Y es aquí donde cabe preguntarnos: ¿de qué carajo estás hablando?
De la sociedad industrial, y, como Durkheim describió oportunamente para esta ocasión, aquella portadora de "solidaridad orgánica".
¿Cómo se conecta Weber con Durkheim entonces? Así como Weber coprendió que la modernidad portaba aquel conglomerado de ideas que, internamente coherentes, funcionan a la manera de sistema; Durkheim comprendió que la sociedad no puede funcionar si dichos conglomerados no interactúan organicamente. Y así es como la sociedad industrial se cimienta sobre la división del trabajo, es decir: especialización y cooperación.

Se podría decir que en la edad Media, las diferencias eran de facto y se encontraban naturalizadas por los actores involucrados. A diferencia de la sociedad medieval, predominantemente estamental, la sociedad moderna es una sociedad móvil cuyos actores se mueven (en teoría, en teoría!!!!!) verticalmente en la escala social hacia arriba y hacia abajo. Ahora bien, cuando se anulan las diferencias de estratificación, la sociedad industrial se torna una sociedad igualitaria. Y en donde reina el igualitarismo, es la especialización la que escribe las diferencias.

Aquí entra en juego la educación, y, como plantea Gellner, su gran paradoja: ¿cómo es posible que en el tipo de sociedad que requiere el mayor grado de especialización posible, el sistema educativo sea elmenos especializado?

La transmisión de conocimiento le fue extripada a la familia, a los vínculos, a las cercanías y fue entregada a un órgano que pretende hacer reproducir a gran escala individuos funcionales a la reproducción de la misma sociedad. La escuela que pretende, no sólo enseñar contenidos, sino también adiestrar a las personas a horarios, a normas y a actitudes frente al poder.

jueves, 21 de enero de 2010

Spielzeug

Manuel está cansado, pero no es cansancio sino, más bien, sopor. Las gotas de sudor en el cuello son las manos de un médico arrancando del vientre un recién nacido lleno de sangre y caca y llantos y espesura. Cecilia le habla, no la escucha. Balbucea –él. Ella habla y habla. El shopping es un martes o un viaje en subte: pasamanos y humedad. Las gotas detrás de las orejas, el olor a familias y niñitas rubias y, encima, ahora empieza a sentir un pinchazo en el abdomen, tal vez, más abajo. -Soy un cura impartiendo la extremaunción –musita, mientras ella le pregunta: -Qué decís Manu?. El ni siquiera le contesta señala un cartel que distingue a su derecha –sobre una pared muy crema como el pelo de mamá en las fotos amarillentas que robaba de su cuarto cuando era chico y corría desnudo por el jardín- entre un matafuegos y un grupo de adolescentes que gritan todo el tiempo. La escalera es angosta; la puerta del baño, una esfigie iconoclasta violada por una figura negra de hombre –sin manos y con sombrero- que cuelga de ella. El cura desciende al templo. Luces, Spots, purpurina. Ahora Manuel se desabrocha el pantalón, el cura busca el cáliz, lo encuentra. Orina. Las bolitas del mingitorio son ungidas por la bendición mientras dos monaguillos con manos trémulas sostienen tazones, con un borde de metal y una inscripción en latín, llenos de ostias o terrones de azúcar. El baño está vacío y hay música, aunque él no la escucha -¿O son las señoras que rezan el rosario?-piensa. La vejiga se le desinfla, ¿ o son los compañeritos del colegio de julia que le están pinchando la espalda con sus punzones rozagantes?. Con una mano sostiene su sexo fláccido, la otra se apoya en la pared. La misa termina, la mirada cae sobre las bolitas que ya casi no se mueven, las últimas gotas de orina se funden con sus dedos transpirados, -soy un carpintero pariendo rectángulos- se entusiasma. Tres pasos lo separan de la pileta, los camina casi con desdén. Mira su cara en el espejo. Quiere gritar, abre la boca, pero una licuadora en mitad de la noche rompe el silencio y se hecha a andar, rabiosa, drogada y la voz de Cecilia que le dice: -Manu, andá a ver quien es. Abre la canilla el agua lo refresca y tiene miedo de apagar la licuadora, porque está descalzo y encima con las manos mojadas. Toma una hoja de papel, la arranca y se seca. Se acomoda el pantalón, la camisa se le pega a las tetillas, es un flan sobado por las manos blancas de la abuela; el sudor, el caramelo; los puños, grietas que le recuerdan que es padre y tiene una hija y un automóvil y que una vez al mes cena los viernes con sus amigos. Ecuánime sale del baño, sube la escalera. Siente el abismo. Cecilia mira vidrieras con rabia, Julia –su pequeña hija- corre a besarlo. –Soy una heladera que se descongela dos veces al año- piensa. Cecilia se acerca a él y le toma la mano. Quiere nombrar al horror, pero no puede. Ese horror es Dios. Dios es el espacio que hay entre mis manos y los pezones de ella cuando dormimos abrazados o, tal vez, ese intersticio oscuro entre esos dos hemistiquios de carne. Julia juega con su barba, sus manos están sucias. Manuel mira a su alrededor: los transeúntes son dioses ateos a los que las manos no se les manchan. Las otras manos no se ensucian permanecen límpidas, incólumes a la sequedad y el hastío. Cecilia sigue hablando, la errancia desemboca en una juguetería, entran. Julia corre inocentemente, la perversidad de no saberse perversa salta de su rostro. Elige muñecos. Cecilia y el niño que lleva dentro esperan junto a la vidriera. –Papi, quiero este, este y este, es un psalmo o una pasión violenta que no se satisface nunca. La omilía de los vendedores y Manuel quieto que la sigue con la mirada. Su cabeza da brincos. Mi rabia te trajo al mundo- piensa. La pequeña grita: -elegí este. -¿Cuál?. Este o ese, es lo mismo. Todo es vacío, furia, nada. Los ojos de Manuel buscan a su mujer, con indiferencia descubre que ella no lo reconoce. Julia salta, se acerca a la caja, saca del delantal del jardín una tarjeta magnética y paga. Manuel no se asombra. Un vendedor regordete le toca el hombro y le dice: -Nada te acercará a la maldad como ser feliz. Sin asombro ve alejarse a julia –la pequeña rata- y a Cecilia junto al niño que lleva dentro. Otra Julia, tan simétrica como su hija, corre, ahora, por la juguetería. Los vendedores llevan y traen cadalsos sin reos ni verdugos. Otro Manuel mira otra Cecilia, mientras otra pequeña rata tan perversa como su hija lo elige. Sin pena ni remordimiento, en el abismo de saberse nada, Manuel, deja que otro vendedor regordete empiece a envolverlo mientras le pregunta: -seguís cansado.

viernes, 15 de enero de 2010

martes, 12 de enero de 2010

¿Economía política o economía económica?

Si nos remontaramos al orígen del estudio de la economía como ciencia, nos econtraríamos como horizonte, el estudio de los comportamientos, no meramente individuales, sino societales. Desde una perspectiva macro, vemos que los precursores de las ciencias economicas -desde los fisiócratas hasta Marx- se inscriben bajo un marco teórico que estudia la producción, la distribución, el intercambio y el consumo bajo una lógica interaccional.
Sin ignorar las circunstancias contextuales que otrora atravesaron a los fisiócratas, éstos denominaron sus propios estudios como "Economía política" (political economy). Podríamos adjudicar dicha conjunción a la opereta monárquica, cuya superposición de poderes, fácilmente confundía los límites existentes entre la política y la economía. Sin embargo, desde el marxismo -bajo una coyuntura eminentemente capitalista- designa de la misma manera a dicha ciencia en donde base y superestructura se retroalimentan y no se las concibe como entes aislados.

El quiebre se presenta cuando el sujeto de estudio se reduce a una escala microsocial: es decir, al individuo. Bajo una corriente denominada neoclasica, los exponentes de dicha corriente se avocaron al estudio de los comportamientos individuales incurriendo en causantes psicológicos de la conducta humana. A la manera de otras ciencias propiamente mecanicistas (p.e physics), la economía se apropio del sufijo que lo haría una ciencia natural: la economía política pasó a denominarse la economía (economics). Esta nueva convención científica pretendió despojar de todo componente social y político a la economía como ciencia.


Hoy día estamos envueltos en una disputa similar en lo que al BCRA respecta. Su carta orgánica fue reformada en el 94 siendo en la década menemista el FMI un visible aliado. ¿Porqué digo visible? Porque bajo la política de endeudamiento que llevó a cabo el gobieron menemista, el FMI tomó prestada la libertad de poder incidir en la política económica del gobierno mencionado y, de esta manera, llegar hasta el órgano económico máximo de un país: el Banco Central.

El artículo 3 de la carta orgánica del Banco central dice lo siguiente:
"En la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera el Banco no estará sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo nacional."
Uno supone que para que una democracia funcione apropiadamente, debe haber independencia de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), no obstante, la independencia de este cuarto poder puede ser nociva. Ese artículo es neoliberalismo puro.


La política jamás puede estar separada de la economía, porque la economía no se autorregula.