martes, 1 de diciembre de 2009

La filosofía del "cuanto peor, mejor" (*)

"cuando la gente ya no tenga nada, ahí va a salir a la calle a hacer la revolución"

Este tipo de frases nos hace cuestionarnos dos puntos, que se tocan, se rozan, se frigan y refriegan y frotan con la ética y la moral.
En primer lugar, me pregunto por los fines éticos de esa resolución, porque.. digamos, que si uno necesitara que la gota rebalsase el vaso, es necesario que el pueblo esté sufriendo y mucho.
Uno puede entender la resultante y la motivación proveniente del "no aguantamos más", pero la premisa que esa afirmación deja entrever es bastante morbosa: la gente realmente tiene que estar mal con todo lo que eso implica. Digo, ¿hay gente que realmente quiere llegar hasta ese punto por la revolución? Y como todos sabemos, la penuria de unos, significa el resarcimiento y el regocijo de otros. ¿Cuánto más vamos a permitir que se acentúen esos abismos? ¿Hasta que nos sea útil?
La revolución no es de ellos, es del pueblo.


Bajo estas condiciones el papel del pueblo en una revolución sería el papel reaccionario y no tendría ni tinte ni tintura revolucionaria. Reacción a los abismos, reacción y no fuerza revolucionaria. Bronca, no convicción.

Entonces, ¿a qué situación nos deriva todo esto? Si los hacedores de este discurso necesitaran que las cosas estén mal para que la revolución se lleve a cabo, significa que, sin embargo, si las cosas estuvieren bien para el sujeto pueblo, la revolución no sería viable. Deshojando esta afirmación nos volveríamos a encontrar con un tinte iluminista: el pueblo, lejos de ser un sujeto -como planteé hace apenas una línea-, se torna un objeto; es decir, un objeto de revolución.
Si hubiere una preocupación legítima por el pueblo, nadie querría que este último estuviera en las últimas para poder hacer viable la revolución.
Yo por mi parte creo, y para mí es mucho más loable y legítimo, que una revolución se lleve a cabo cuando la gente está bien. Si uno no tiene un colchón, ¿se va a poner a cuestionar el orden establecido, y las injusticias que acaecen sobre sus hombros y las relaciónes de explotación que lo maniatan? Así nos volvemos de vuelta hacia el nefasto papel de aquellos iluminados-intelectuales-burgueses quienes no pueden desprenderse de su condición de clase pensadora al creer (y desear) que un obrero se acuesta haciéndose esas preguntas si no tiene un colchón y se tiene que levantar en dos horas y media.
Entonces, ¿cuál es el punto de partida de una revolución? Supongamos que una persona puede librarse de la carga de tener que mendigar todas sus necesidades básicas de existencia, y a partir de eso, puede ocupar sus preocupaciones en otras cuestiones. A partir de recibir cierto tipo de enseñanza, ¿no puede cuestionarse el sistema educativo? ¿A partir de insertarse en un circuito público de salud, no puede cuestionarse si podría éste mejorar y como? ¿A partir de retenciones a la soja, no puede la gente empezar a creer en que sí hay un tipo de justicia redistributiva? La revolución social debe ser aquella en donde la gente sea conciente y sea sujeto.


Así fue como el primer peronismo engendró una generación revolucionaria.









(*) Julián dixit.

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